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Las monedas suberatas

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Al nacimiento de la moneda se acompaña casi de inmediato la aparición de la falsificación monetaria; en el Cabinet des Médailles de París es conservado un hekte de electro arcaico de Mileto suberato y quién escribe ha tenido modo de estudiar y publicar un estatero de plata  acuñado en Thera en el 525 A.C. suberato con la idéntica técnica de los denaros suberatos romanos (película de plata sobre alma de cobre). Un suberatura análoga ha sido hallada de quien escribe sobre estateros incusos arcaicos del VI sec. A.C. de Metaponto, de Crotone y de Caulonia, monedas éstas que por la forma ancha y sutil del redondel y por la doble huella relievo/concavidad tienen que haber solicitado una destreza increíble a los falsificadores, privados o estatales que fueran. Heródoto, por lo demás, nos cuenta, incluso con sombra de dudas sobre la veracidad de la historia, Polícrates, tirano de Samos, asediado en su isla en el 525/524 A.C. por los Espartanos, se habría librado del apretón mortal pagando los Lacedemoni con estateros de plomo dorado, (Heródoto. Historias, III,56,2.). Suena casi incrédulo, parecería una anécdota sobre la astucia sutil de los griegos de Asia contrapuesta a la simplicidad del orden militar, (por no decir otra cosa), de los Espartanos;  excepto algunos de los famosos estateros de plomo dorado, (ahora carecen de dorado, pero de autenticidad indiscutible), han llegado hasta nosotros, (Colin M. Kraay, Archaich and Classical Greek Coins, pág. 30, tav. 3, nn. 68 y69). También en período clásico y helenístico no faltan ciertas monedas suberatas emitidas por muchas casas de la moneda y muchas veces de evidente producción estatal;  dos ejemplos para todos:  los muchos tetradracmas suberatos emitidos por la casa de la moneda de Atenas en la última dramática fase de la guerra del Peloponeso o las monedas de plata del rey macedonio Pausania, todas suberatas, excepto pocas excepciones. Aquí sin embargo nosotros nos detendremos sobre el período romano republicano y el primer imperio, período en que el fenómeno suberatura en los denarios de plata asumió dimensiones relevantes y sobre la que se ha concentrado la atención de los estudiosos, también por las implicaciones histórico-económicas que el fenómeno comporta.

El hecho que los denarios suberatos hayan sido en buena parte producidos por el estado y no de falsificadores privados ya es comprobado sin sombra de duda. Plinio el viejo lo certifica en dos conocidos pasos referenciales al tardo período republicano, pasos que no parecen dar lugar a dudas interpretativas, (Plinio, Historia natural, XXXIII, 13 y Plinio op. Cit. XXXIII,46). Pero sobre todo lo certifican la calidad esmerada del trabajo y la relativa complejidad técnica del proceso de la misma suberatura además del empleo, a veces, de los mismos cuños usados también para producir monedas "buenas." No es imaginable que los falsificadores, obligados a trabajar en talleres clandestinos, con el continuo temor de ser descubiertos, se empeñaran en una producción técnicamente elegante como aquella encontrada en gran parte de las suberatas;  ciertamente también existen falsos de factura ordinaria, que asocian a veces un derecho y un reverso de época diferente o qué presentan grandes errores en las leyendas y este dinero son sin duda fruto del trabajo de falsificadores privados, pero el aspecto general y la ordinaria calidad los distinguen de los de emisión por así decir "oficial." Del resto el falso de estado también siempre existió, bien mezclado a arte a la moneda buena del mismo estado que emite los falsos, o falsificando las monedas de otros. El objetivo puede ser el puro y simple lucro estafador o el intento de desestabilizar la moneda ajena para fines políticos o bélicos. Si piensas en las falsificaciones genovesas de oro bajo emitido para mellar el prestigio internacional de los ducados de oro puro veneciano o a la miríada de falsificaciones que emitieron por puro lucro de los numerosos señores feudales de la Italia del Seiscientos o a los 20 francos de Napoleón III de platino dorado, platino que a la época se valoraba mucho menos que el oro o, por fin, a las perfectas esterlinas falsas, billetes impresos a millones de los alemanes en la Segunda Guerra mundial para desestabilizar la divisa del enemigo.

Pero ¿cuál fue la técnica usada para suberar el dinero romano, al menos los de segura emisión estatal? El Bernareggi, en el 1965, con una investigación metalográfica detallada aplicada en 16 denarios romanos republicanos de segura acuñación oficial y emisión estatal, distribuidos con cierto equilibrio por todo el curso de los últimos dos siglos de la monetización romana republicana, ha podido establecer de modo incontrovertible el proceso de suberatura de una moneda, (E. Bernareggi, Nummi pelliculati en Revista italiana de Numismática, vol. XIII, quinta serie, LXVII 1965, pagg. 5-31.  para bibliografía adicional sobre el tema v, este mismo artículo. Véase también Ángel Finetti, Numismática y tecnología, 1987, pagg. 42-45.). Sin estar aquí a repetir análisis y complejos detalles técnico científicos y cualquiera que deseara profundizar el argumento puede encontrar en el artículo del Bernareggi, se puede concluir que el procedimiento fue el siguiente:  un redondel de cobre puro, sacado por fusión, al que se daba forma y peso deseado, era pulido a espejo, para conseguir una superficie brillante, libre de óxidos. A este disco fue aplicado manualmente con un medio de compresión a frío una sutil lámina de plata pura previamente preparada, cuidando la perfecta adherencia al redondel de cobre para impedir que entre la lámina de plata y el redondel penetrara aire y por lo tanto oxígeno con consiguiente formación de óxidos de cobre. El disco asi recubierto fue puesto con los otros análogamente listos en un contenedor y llevado a la temperatura de fusión de la plata que derritiéndose envolvia uniformemente como un glaseado sin grietas ni manchas el redondel de cobre de abajo. La plata se funde a 960,5 grados mientras el cobre se funde a 1083 grados. A la temperatura en que la plata se funde el cobre de abajo empieza por lo tanto también a suavizarse en superficie por lo que se determina la formación de una zona intermedia de subcorticales de cristales mezclados de plata y cobre. La plata fundida tendió lentamente a colar haciéndose densa en bajo por lo que el espesor del revestimiento fue un poco mayor en la parte inferior de la moneda. Consolidándose en el enfriamiento la plata quedaba en todo caso perfecta y uniformemente adherente y casi soldada al disco de cobre gracias a la compenetración de los dos metales en la zona de contacto entre ellos.

En el curso del enfriamiento, a una temperatura relativamente baja, se procedia a la acuñación cuya fuerte percusión compactaba ulteriormente a los dos componentes de la moneda. Gracias a esta técnica sofisticada se consiguieron monedas falsificadas por la cobertura argéntea robusta. Quien escribe ha podido ver más de una vez suberatos llegados hasta nosotros después de dos mil años con su cobertura íntegra y cuya verdadera naturaleza puede ser notada solamente por el peso, (el cobre tiene un peso específico menor de la plata). Uno podría preguntarse a este punto que conveniencia económica pudiera tener el estado a realizar falsos de tan compleja fabricación para ahorrar al final cerca de 3 gramos de plata reemplazándolos con un peso justo debajo del cobre. Hoy en día el costo elevado de la mano de obra, el costo relativamente alto del cobre y aquel relativamente bajo de la plata harían completamente antieconómica una operación parecida . Pero no fue así en el mundo antiguo donde la mano de obra servil era abundante y no costaba prácticamente nada y dónde la plata costaba con respecto al cobre mucho más de hoy. El único gasto era aquel muy modesto de la calefacción del metal hasta el punto de fusión de la plata. Luego la producción de los suberatos en el mundo romano era una operación muy rentable. La producción de monedas de plata suberatas, ha continuado con mayor o menor intensidad en época imperial, se convierte en esporádica  a la época de Comodo para dejar definitivamente con Caracalla cuando la progresiva alteración de la liga de plata quita cualquier conveniencia económica a la suberatura. En el campo de las monedas de oro la presencia de ejemplares suberatos, (evidentemente realizados usando una técnica diferente), es mucho más esporádica y se centra sobre todo en el último período del imperio. En el marasmo político, militar y monetario de la época es probable que encontraran más fácil campo de acción los falsificadores privados aunque los trozos llegados hasta nosotros deberían ser más a fondo y más sistemáticamente estudiados para tratar de establecer su probable origen estatal o privado.

Giorgio Giacosa

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